Un breve marco
histórico Antes de iniciar, es importante aclarar que existe un cúmulo de
autores que han hablado sobre este tema en particular y de una forma mucho más
profunda de lo que aquí haremos . Debemos destacar, sin embargo, que los
sentidos que hoy le asignamos a la palabra cultura, generalmente provienen de
la manera cómo dicha palabra ha sido tratada en el pasado, y resulta crucial,
siquiera de forma breve, reconocer sus posibles orígenes, pues si no nos
encargamos de la historia, la historia se seguirá encargando de nosotros.
El uso de la palabra
cultura y la discusión sobre lo que debería ser no surge desde América o de
cualquier otra región del mundo que fue colonizada por países de Europa a
partir del siglo XVI . Sin embargo, es ese encuentro con el ‹‹otro›› distinto
al ‹‹nosotros›› el que promueve o inspira tales intereses. Tal parece que su
‹‹invención›› como concepto y como aspiración tiene lugar entre Francia y
Alemania. Según Denis Cuche, un etnólogo francés, las palabras aparecen para
responder a algunas interrogantes, a problemas que se plantean en períodos
históricos determinados y contextos sociales y políticos particulares. Fue esto
justamente lo que se plantearon con la palabra cultura, cuando el encuentro con
otros pueblos, otras costumbres, otras formas de ver, pensar y actuar en el
mundo resultaron diferentes a la ‹‹cultura europea››, entre los siglos XVI y
XIX.
La palabra cultura
contiene raíces griegas, cuyo significado original es el cuidado del campo o
del ganado. De hecho, en la Francia del siglo XIII designaba una parcela de tierra
cultivada, pero posteriormente, en el siglo XVI, pasa de un estado (parcela
cultivada) a una acción (cultivar la tierra) y es también en este momento que
adquiere un sentido figurado: cultivar una facultad, es decir, trabajar en
desarrollarla, aunque dicho sentido figurado no comienza a imponerse sino hasta
el siglo XVIII, cuando aparece en diccionarios y enciclopedias de la época.
Nos sigue diciendo D.
Cuche, ‹‹en esa época aparece en general seguido de un complemento de objeto:
se habla de la “cultura de las artes”, de la “cultura de las letras”, de la
“cultura de las ciencias”, como si fuese necesario precisar la cosa que se
cultiva›› . Es decir, en el siglo XVIII —y esto vale para la Europa occidental
del siglo de las ‹‹Luces›› y sus capitales: Londres, Amsterdam, Berlín, Milán,
Madrid, Lisboa, San Petersburgo;
incluso— la palabra se asocia a la ‹‹Educación››, ‹‹Espíritu››,
‹‹Letras››, ‹‹Ciencia››, ‹‹Filosofía›› (definitivamente que aquellas
desarrolladas en esta región del mundo y no en otras). Sólo que tal concepción
no va a ser por mucho tiempo dominante, por lo menos en el desarrollo de las
ciencias humanas, que son las que se han ocupado ampliamente del análisis de
las culturas.
En otras palabras, la
noción de cultura como la capacidad de un individuo de desarrollar sus
conocimientos en las artes, las letras, la filosofía o las ciencias (pero
aquellas que aprendían exclusivamente la aristocracia o la burguesía de la
época), se va abandonando para dar un sentido mucho más colectivo, histórico,
pero al mismo tiempo idealista.
Dicho idealismo se
combina con otra palabra de uso corriente en aquellos siglos: civilización. De
hecho, en muchos casos fueron usadas como sinónimos, pues ambas seguían
impregnadas de ese optimismo por el progreso del ser humano y de su historia.
Sin embargo, hemos de advertir nuevamente que su uso generalmente se atribuía a
las sociedades europeas. Es decir, desde el punto de vista de los intelectuales
europeos, ellos eran la civilización, el ideal de progreso que todas las demás
sociedades debían alcanzar . Desde esta visión eurocéntrica, civilización somos
‹‹nosotros››, los demás pueblos fuera de Europa, los ‹‹otros››, las colonias,
apenas y llegaban a ser cultura.
Antes de finalizar esta
historia breve, vale destacar las fases por las que el concepto de cultura
atravesó entre el siglo XIX y el XX, desde una concepción de cultura como
patrimonio. Así, en el siglo XIX, se inicia una primera fase de codificación de
la cultura, que conlleva fijar y crear jerarquías entre significados y valores
culturales, donde se continúa usando a Europa como la medida o modelo inicial
de todo, más su ‹‹legado›› de la antigüedad clásica y de la tradición cristiana
. Así se va definiendo ‹‹el buen y mal gusto, lo distinguido de “lo bajo”, lo
legítimo y lo espurio, lo bello y lo feo, lo civilizado y lo bárbaro, lo
artístico y lo ordinario, lo valioso y lo trivial›› . El siglo XX, resulta la
fase de institucionalización político administrativa de la cultura, pues los
Estados se esfuerzan por lograr el control y gestión de la cultura, bajo una
concepción unificadora y centralista. Es decir, se promueve la idea de: una
sola nación, un solo Estado, un solo idioma, y, por lo tanto, una sola cultura
(más adelante hablaremos del neocolonialismo como un proceso relacionado).
Además, se promueve la idea de educación nacional obligatoria y aparecen los
ministerios o institutos de cultura como extensiones del aparato estatal. Es
más, ocurre una internacionalización de institutos de cooperación cultural por
parte d países dominantes. La última fase, que aún está teniendo lugar, sería
entonces la mercantilización de la cultura, es decir, los saberes y bienes
culturales pasan de ser ‹‹operador de identidad social, de comunicación y de
percepción del mundo, para convertirse en mercancía sometida en gran parte a la
ley de maximización de beneficios›› .
Si el uso que seguimos
dándole al concepto de cultura aún sigue sosteniendo que unos tienen cultura y
otros no, jerarquizando las prácticas culturales o apelando al estilo de vida
de la Europa clásica o actual o de países llamados de “primer mundo” para
definirla, entonces dicha noción aún sigue siendo excluyente y discriminatoria.
Es decir, aún seguimos asociando al término valores, creencias, prácticas o
ideas que sólo corresponden a un grupo exclusivo y políticamente dominante de
la sociedad, y además a un marco histórico distinto al actual o hasta podría
decirse, fuera del nuestro. Conceptos fundamentales en torno a la Cultura
Muchas veces no
pensamos en la razón de ser de nuestra propia cultura, ya que es amplia nuestra
participación en ella, pero cuando somos conscientes de que otras personas
tienen sentimientos, creencias o hábitos diferentes, entonces comenzamos a
pensar en la forma en la que compartimos ciertas ideas y costumbres .
En un documento inédito
del jesuita panameño Jorge Sarsaneda, acerca del pueblo ngäbe, nos cuenta lo
siguiente: ‹‹Krägäbotdä… tiene que ver con la vida y con la muerte, con la
salud y con la enfermedad. Por tanto, es un tema fundamental. Krägä (=medicina)
+ botdä (=junto a) se traduce como medicina tradicional›› . Puede que tal
concepción sobre la vida, la muerte, salud y enfermedad sea distinta para
aquellos que no son ngäbe. Hace dos décadas atrás, la antropóloga francesa
Françoise Guionneau Sinclair explicaba que la salud entre el pueblo ngäbe
resulta tras la armonía entre el ambiente, el ser humano, la naturaleza y los
dioses; y que el sueño es el camino principal a la enfermedad o a la muerte,
cuando el alma se separa del cuerpo y realiza viajes al mundo de los muertos .
Para aquellos y
aquellas que han sido educados bajo la racionalidad de la biomedicina en el
tratamiento de la salud y la enfermedad, es decir, desde una perspectiva no
indígena, tales argumentaciones podrían parecer extrañas, y si se les aplicará
las nociones ‹‹clásicas›› o de uso común sobre cultura, entonces muchos
terminarían considerándolas inferiores. Desde la perspectiva de las ciencias
humanas podemos echar mano de consideraciones sobre la cultura que nos permitirán
superar nuestros usos erróneos y nos preparen para brindar un mejor servicio en
lo que respecta a la atención de la salud y la enfermedad.
Resulta frecuente que
cuando no comprendemos a los y las pacientes o sus familiares, nuestra reacción
más común es: ‹‹acaso son “tontos”, no entienden››. Sin embargo, ¿nos
preguntamos alguna vez si nosotros les entendemos a ellos? Acaso cuando
sentimos que no nos entienden, ¿será porque ellos son “tontos” o porque
‹‹ellos›› y ‹‹nosotros›› somos distintos? . Es importante que como agentes de
salud nos hagamos estas preguntas que aquí comentamos ¿se lo han preguntado en
alguna ocasión de su vida profesional?
Ahora bien, debemos
distinguir aquellas diferencias que son de carácter físico, que en general son
fenotípicas , y otras que en realidad son el fruto de nuestra ‹‹matriz
cultural››.
Pensemos en la primera
matriz del ser humano, en la ‹‹matriz biológica››, el vientre materno, desde
donde tiene lugar la formación de nuestros rasgos físicos, de pasar de ser una
sola célula a un bebé en sólo nueve meses, treinta y ocho semanas. Durante este
tiempo la madre le proporcionará al feto refugio, comida, agua y oxígeno, toda
una seguridad biológica y psicológica que, según los estudios más recientes
sobre la gestación, le permitirá reconocer la voz de su madre, sonreír y hasta
soñar. Sin embargo, cuando esta mujer da a luz, el nuevo ser humano se
encuentra inmediatamente rodeado por una nueva matriz, ya no biológica sino
social y cultural. Además, a partir de ‹‹ahí se va abriendo a círculos cada vez
más amplios: el resto de la parentela, la escuela, la iglesia, la comunidad, el
barrio, el pueblo… y esa ventana a todo el mundo que son los medios de
comunicación›› .
Es precisamente gracias
a esta ‹‹matriz cultural›› que el nuevo ser no tiene que ir inventándose todo
desde
nada, como nos dice el
antropólogo boliviano Xavier Albó. El niño o la niña inmediatamente va
navegando sobre el velero de conocimiento o sabiduría acumulada por su propia
gente, de generación en generación: transmitida de sus bisabuelas a sus
abuelas, de ellas a sus padres. Como bien nos señala X. Albó, no tiene
necesidad de inventar el fuego, la rueda, la escritura, la radio, la televisión
u otro recurso cultural. Se va apropiando, aprendiendo qué es útil, qué peligroso,
qué bueno o malo, qué es lo que da sentido a la vida. Aunque también irá
conociendo la realidad, experimentando, creando o adoptando nuevos
conocimientos, creencias a su bagaje cultural. Definiciones
Lo anterior nos lleva a
considerar que el ser humano es esencialmente un ser de cultura. Es decir,
‹‹todos los pueblos, sin excepción, son portadores de cultura y debe
considerárseles como adultos›› . En los seres humanos las necesidades
fisiológicas (biológicas), como por ejemplo, el hambre, el sueño o el deseo
sexual, inmediatamente son controladas por la cultura, por su ‹‹matriz
cultural››. No obstante, ¿qué entenderemos por ‹‹cultura››? En otras palabras,
nuestros rasgos físicos, como el color de la piel, el tipo de pelo, el color o
forma de nuestros ojos, nuestra dentadura, nuestra estatura no corresponde a lo
que se entiende por cultura, en realidad éstos son producto de nuestra ‹‹matriz
biológica››. Ahora bien, si entonces decidimos pintar nuestro pelo, ponernos
peluca, usar lentes de contacto para cambiar el color de nuestros ojos o
incluso limar nuestros dientes, entonces dichos comportamientos sí que son
parte de la cultura, los adquirimos por nuestra ‹‹matriz cultural››.
Lo anterior quiere
decir, que el rasgo característico de la especie humana respecto a otras es
justamente la cultura, sin embargo, también existen distintas formas de
aprendizaje y de tradiciones, valores, normas y reglas transmitidos que sólo
comparten un grupo determinado dentro de la sociedad, lo que nos lleva a hablar
de ‹‹culturas››. Por ejemplo, uno podría hablar de pueblos originarios o
raizales, pero sabemos que existen diferencias tanto en sus creencias, sus
tradiciones, su historia, territorio como en su lenguaje. En la comarca
NgäbeBuglé, una mayoría poblacional es ngäbe y una minoría es buglé (con
leyendas e idiomas distintos). También existen algunos que se identifican como
de la región Nedriri, otros de la región Kodriri y otros de Ñö Kribo . Al nivel
nacional, muchos pueden decir que son panameños o panameñas, pero algunos
reivindican tradiciones o costumbres propias de Chiriquí, Bocas del Torro,
Veraguas, o del resto de las nueve provincias, las cinco comarcas y territorios
colectivos reconocidos y por reconocer que conforman el país. Algunas falsas
ideas en torno a la cultura
Aunque las culturas
humanas son tan antiguas como los diferentes pueblos que conforman la
humanidad, el estudio o análisis sistemático de la cultura, realizado por
especialistas, tiene tan sólo un siglo. Por lo tanto, aún se manifiestan
discrepancias de ideas entre los propios especialistas y se siguen manifestando
ideas equivocadas sobre la naturaleza y características de los fenómenos
culturales. Aquí esbozaremos seis ideas equivocadas sobre la cultura.
·
¿Se puede tener y no tener cultura?
Existe la tendencia a decir ‹‹tú, ustedes o ellos no tienen cultura››. Sin
embargo, desde el punto de vista de las ciencias humanas esta afirmación carece
de sentido, pues ser parte de la especie humana significa ser un ser cultural.
Nuestra pertenencia y participación en una nación, un pueblo, una comunidad o
un grupo social conlleva compartir y aprender una cultura en torno a éstas. El
malentendido se produce por el uso restringido y excluyente del concepto
cultura, asociándolo sólo a ciertas actividades artísticas, a cierto tipo de
educación y bienes culturales (como vimos al inicio).
·
¿Existe de forma natural una jerarquía
entre las culturas? Como se pudo reconocer en su sentido específico existen
culturas, es decir, que diferentes pueblos comparten distintos estilos de vida,
valores, reglas, creencias o saberes. Ante una variedad de culturas, entonces
existen tendencias de querer compararlas o agruparlas, y así hasta
jerarquizarlas, considerar superioridad o inferioridad en las culturas. No
existen criterios objetivos ni científicos para establecer estas jerarquías,
pues definitivamente no existe perfección en todo el acervo cultural de un
pueblo. generalmente esta situación ha respondido a las formas de
estratificación social: ‹‹Los que, dentro de la sociedad, se sienten más
“arriba”… tienden a querer apropiarse del concepto cultural y pensar que sólo
ellos son los dueños de la “cultura”…›› .
·
¿Hay culturas ‹‹puras›› y ‹‹mezcladas››?
Esta falsa idea ha sido confundida con asuntos de raza. La colonización de
América por parte de Europa nos heredó la concepción negativa e incluso
peligrosa del mestizaje biológico y cultural, transmitiendo las ideas
equivocadas sobre ‹‹pureza de las razas››
y por tanto, de las culturas. Lo que generalmente ha sucedido ‹‹es que
quienes reflexionan sobre una cultura y tratan de transmitirla a otra
generación o de distinguirla de otras culturas, siempre están en la tentación
de presentarla como un todo integrado, como algo completamente propio y
concluido en sí mismo›› . Una de las características que veremos de la cultura
es que es dinámica, cambiante.
·
¿Sólo los museos, los teatros y las
bibliotecas son lugares de cultura? La instrucción formal o escolar ha
colaborado mucho para que por generaciones el término ‹‹cultura›› haya tenido y
tenga aún una significación inevitable de solemnidad, es decir, la cultura es
algo especial a lo que uno debe acercarse con respeto o un acervo colectivo
creado por genios admirables de tiempos pasados. De allí la idea de los museos,
las galerías de arte o el teatro como hogares típicos de la cultura, así como
el de las bibliotecas, donde se reúne ese patrimonio colectivo de conocimiento
de un país. Sin embargo, es fácil reconocer en estos patrimonios que se trata
de lugares que sólo un pequeño grupo de la población suele visitar. Aún cuando
estos lugares no dejan de tener su importancia, es también importante caer en
la cuenta que son sólo algunos de los muchos ‹‹hogares de la cultura››.
·
¿Cultura es sólo los aspectos
intelectuales, artísticos o religiosos? En concordancia con la idea anterior,
frecuentemente se piensa que ‹‹la organización económica, social y política,
los avances tecnológicos, etc. serían una cosa y la cultura quedaría reducida a
esta esfera más simbólica. Pero en realidad, todos ellos son ámbitos aprendidos
y, por tanto, culturales›› .
·
¿La existencia de la cultura sólo depende del
Estado? Aunque es cierto que las naciones-estados tienen instituciones
especializadas que se dedican a la conversación y promoción del patrimonio
cultural, también lo es que son instituciones que generalmente no dependen de
los creadores de la cultura, sino de los gobiernos. Además, los Estados han
tendido a intervenir en la definición y conversación de lo cultural como una
forma de control y cohesión social (como vimos antes en la historia de la
palabra cultura). Sin embargo, debemos tener presente que las fronteras
nacionales o territoriales no son fronteras culturales. Prueba de ello es que
todas las culturas originarias o raizales presentes en Panamá, también se
encuentran en los países vecinos a él, como es el caso del pueblo ngäbe.
Buena parte de estas
ideas falsas son definidas bajo el concepto de ‹‹etnocentrismo››, que es la
actitud que adoptan las personas que tienden a juzgar a otras culturas
comparándolas con la suya propia.
Según el antropólogo
norteamericano Marvin Harris, sería ‹‹la creencia de que nuestras propias
pautas de conducta son siempre naturales, buenas, hermosas o importantes, y que
los extraños, por el hecho de actuar de manera diferente, viven según modos
salvajes, inhumanos, repugnantes o irracionales›› . Generalmente, juzgamos y
criticamos en vez de intentar comprender y aprender de personas con culturas
diferentes a las nuestras. Necesitamos ‹‹bajarnos del caballo›› que nos hace
cabalgar sobre la creencia de que ‹‹nuestra›› cultura es mejor que las
‹‹otras››, como nos recomienda el historiador y filósofo méxicoargentino
Enrique Dussel .
Características
de la cultura
Como hemos podido
reconocer, cultura no es lo que cotidianamente asociamos a cualidades deseables
que adquirimos si vamos a suficientes conciertos, obras de teatro o luego de
visitar museos, galerías o bibliotecas. Sólo por conocer una definición más, de
las muchas que existen, pero más cercana a lo que buscamos, cultura, en su
sentido particular, sería:
‹‹el
sistema de creencias, valores, costumbres, conductas y artefactos compartidos,
que los miembros de una sociedad usan en interacción entre ellos mismos y con
su mundo, y que son transmitidos de generación en generación a través del
aprendizaje›› .
Esta definición de los
antropólogos norteamericanos Fred Plog y Daniel Bates (1980), nos remarca dos
características importantes de la cultura: compartida y aprendida socialmente.
La cultura es comúnmente compartida
Con lo cual, el que
sólo una persona piense o haga ciertas cosas, únicamente representa un hábito
personal. Para que sea considerado cultural, entonces generalmente debe ser
compartido por algunos grupos de la población. De hecho, aunque sea una
práctica que no es común, pero que la mayoría de la gente piensa que resulta
apropiada, entonces podemos decir que es cultural. Es justamente esta
característica la que nos permite reconocer la existencia en el país de siete
pueblos originarios o raizales: ngäbe, guna, emberá, buglé, wounaan, naso
tjerdi, bri bri (el censo incluye también a los bokota —ver Cuaderno No. 2).
Cada uno de ellos con creencias, valores, costumbres, conductas y artefactos
compartidos como pueblo particular. La cultura se aprende
Muchas veces nos parece
curiosa la manera como los niños y niñas imitan las conductas de sus padres o
de otros modelos cercanos (los familiares, las maestras, los actores de cine,
entre otros), una buena parte de la transmisión de la cultura ocurre de esa
manera. Además, existe otro proceso importante de aprendizaje que ha sido
llamado ‹‹inculturación››: que es el fenómeno por medio del cual un individuo,
desde su infancia, va interiorizando, haciendo suya toda la sabiduría y valores
de su propio pueblo. Es importante hacer notar que este fenómeno ocurre con
diferenciaciones, de acuerdo a los roles de género que las culturas asignan
tanto a hombres y mujeres. Aunque buena parte de los conocimientos y las
conductas culturales son aprendidos por imitación o por ensayo y error, muchos
de ellos también se adquieren mediante el ‹‹lenguaje››. Por esto el ‹‹idioma no
es simplemente un grupo de fonemas y morfemas, una forma de articular palabras,
una forma de llamar a las cosas con un nombre. El idioma expresa la visión del
mundo que tiene un pueblo›› . Entonces es importante reconocer el papel de los
idiomas en la transmisión y conservación de las culturas. Es frecuente que de
forma errada llamemos ‹‹dialecto›› a los
idiomas de los pueblos originarios, intentando imponer una falsa jerarquía. La
cultura generalmente es adaptativa
Ya nos decía D. Cuche:
‹‹la cultura permite que el hombre [y la mujer] no sólo se adapte a su entorno
sino que éste se adapte a él, a sus necesidades y proyectos, dicho de otro
modo, la cultura hace posible la transformación de la naturaleza›› . La familia
(Ni jamräkätdre) entre el pueblo ngäbe, por ejemplo, se asentaba en caseríos
dispersos, con estrechos vínculos familiares, y generalmente esto obedecía a la
cercanía de los lugares de trabajo agrícola y también basado en la residencia
del hombre . Ahora bien, es importante tener presente que una sociedad aún con
los cambios medioambientales, no siempre decide cambiar su cultura. Aunque en
la comarca Ngäbe-Buglé exista escasez de tierra y la población sale a “jornalear”,
los ngäbe no dejarán de practicar la agricultura de subsistencia y seguir
defendiendo su territorio, su cultura y el ambiente.
La
cultura es un todo estructurado o integrado
Es decir, los elementos
o rasgos distintivos en una cultura no son una serie de tradiciones elegidas al
azar sino que se ajustan y se encuentran interrelacionados. Por ejemplo, el
krün guite (también conocido como balsería) probablemente ‹‹“simboliza de
muchas maneras la omnipresencia de la armonía y la discordia de la vida diaria”
de los ngäbe. Puede ser también un ritual de nivelación de excedentes y de
fortalecimiento de lazos comunitarios. En el krün guite se crean alianzas, se
establecen vínculos, amistad. Se crea una relación muy especial que se llama
etbali, que es hermandad ritual. En el krün guite hay amistad y también
rivalidad›› . En otras palabras, este antiguo juego ritual, es mucho más que un
simple juego, resulta toda una estructura social que garantizaba la seguridad
alimentaria, el intercambio y la solidaridad en el pueblo ngäbe. En él se
encuentran integrados asuntos complejos, tales como: relaciones sociales,
parentesco, economía y seguridad alimentaria, reciprocidad, matrimonio,
prestigio, entre otros. La cultura es dinámica o cambiante
‹‹Las
culturas son vivas, como los seres humanos. Y, como en ellos, su continuidad no
es estática sino dinámica. Aun cuando mantengamos una fuerte lealtad a nuestra
identidad cultural, ninguno de nosotros vive en su cultura como lo hacían sus
abuelos. Las únicas culturas estáticas son las que ya han desaparecido o han
quedado congeladas en los museos›› , nos advierte X.
Albó. Siguiendo con ejemplos que tienen
que ver con la sociedad ngäbe podemos reconocer la antigua práctica llamada
Kobare, que consistía en arreglar las uniones sexuales y económicas entre
hombres y mujeres, con el fin de garantizar el intercambio de mujeres entre
grupos familiares y establecer relaciones de reciprocidad y cooperación. Eran
los padres los que decidían con quién debería unirse. Esta práctica, junto con
la poligamia, ha ido cambiando drásticamente en la sociedad ngäbe . Según nos
cuenta la socióloga panameña Marianella Martinelli, la mujer ngäbe ya no está
aceptando esta práctica porque considera que las leyes nacionales sólo permiten
tener una sola pareja legítima, tanto hombres y mujeres tienen los mismos
derechos, los hombres actualmente no pueden mantener dos hogares y por dignidad
.
Muy comúnmente los
cambios que tienen lugar en una cultura se debe a la influencia de otras
culturas. En el ejemplo que brindamos, justamente por la relación que existe
con el modelo de cultura nacional dominante, donde la escuela es su principal
ventana. A la adopción del algún rasgo proveniente de otra cultura se le llama
‹‹aculturación››. En cambio, la pérdida de algún rasgo de la propia cultura
recibe el nombre de ‹‹deculturación››. En tanto, a la transformación profunda o
cambio global de una identidad cultural por otra se le llama
‹‹transculturación›› . Estratificación social: clase, etnicidad y racismo.
Como pudimos reconocer,
la cultura, y por tanto la sociedad, cambia . En el transcurrir de la historia,
la estratificación social de muchas sociedades igualitarias o de rangos se ha
transformado, ha ocurrido lo que hace varias décadas atrás el antropólogo-filósofo
méxico-argentino, Néstor García Canclini, llamó: ‹‹hibridación››, es decir, un
entrelazamiento conflictivo entre lo ‹‹tradicional›› y lo ‹‹moderno›› . La
expansión mundial del intercambio comercial y la incorporación voluntaria u
obligada de los pueblos a sistemas políticos centralizados, a las
naciones-estados, ha promovido una mayor estructuración de las sociedades en
clases sociales.
Como bien lo dicen C.
Ember y su grupo:
‹‹En
las sociedades modernas algunos grupos poseen más ventajas que otros; dichos
grupos pueden incluir a grupos étnicos. Esto es, la diversidad étnica está
asociada casi siempre a diferentes accesos a las ventajas.
Cuando
la diversidad étnica está asociada con diferencias físicas como el color de la
piel, la estratificación social puede dar lugar al racismo, creencia de que
algunos grupos “raciales” son inferiores a otros›› .
Existe pues, una serie
de interrelaciones importantes entre lo que son las clases sociales, la
etnicidad y las manifestaciones del racismo. Así lo demostró el antropólogo
estadounidense Philippe Bourgois en su estudio sobre las relaciones étnicas y
la lucha de clases en las plantaciones bananeras entre Costa Rica y Panamá, a
finales de la década de 1980. Veamos la cita que este autor hace de un
funcionario estadounidense de la división de Bocas del Toro, en 1983:
‹‹Es
fácil trabajar con los indígenas. No son tan inteligentes y no hablan buen
español. No saben demandarle nada, aun cuando tienen la razón. Es muy fácil
convencerlos. ¡Malditos! Uno puede ponerlos a hacer casi cualquier cosa›› .
El racismo no sólo se
manifiesta como una acción de hostilidad hacia grupos de personas, con el argumento
de que son inferiores, física y culturalmente hablando. Sino que su fin último
y principal es justificar o naturalizar la explotación del trabajo o el
acaparamiento de recursos .
Cultura
y sociedad
El racismo es un tipo
de discriminación, que usa como argumento el concepto de raza, sin embargo,
pueden existir otros tipos de discriminación basados en condiciones de sexo,
clase, religión u origen. Para finalizar con este primer Cuaderno, proponemos
reflexionar brevemente sobre la relación entre clase social y cultura, y sobre
el fenómeno de ‹‹neocolonialismo››, propio de América Latina, y por supuesto de
Panamá.
Siguiendo a X. Albó,
una ‹‹clase social es el grupo que comparte una misma posición dentro de la
estructura (o pirámide) socioeconómica›› . Así, de forma muy simplificada,
generalmente se reconoce una clase alta, una clase media y una clase baja. En
torno a esta reconstrucción conceptual de la forma como la sociedad se organiza
social, política y económicamente, se reconoce también niveles diferenciados de
acceso al poder en cada una de estas clases. También es importante hacer notar
que cada persona o grupo de personas que corresponden a estas clases tienden a
interactuar y compartir entre ellos, desarrollando rasgos culturales propios.
Además, como lastre complejo de esta forma de estructuración de nuestra
sociedad, se encuentra una situación denominada ‹‹neocolonial››.
Neocolonialismo Una de las reivindicaciones más significativas que los pueblos
indígenas de América esgrimen constantemente es el hecho de que la colonización
europea de Abiayala desestructuró,
fragmentó o exterminó el desarrollo autónomo y particular que ellos habían alcanzado
durante los probables 20 mil años anteriores en que este gran continente fue
poblado por el ser humano. Asentadas las estructuras institucionales coloniales
españolas y portuguesas, principalmente, a partir de 1492, este régimen
colonial impuso una división de la sociedad en dos amplios sectores: ‹‹uno
minoritario pero dominante, formado por los recién llegados y sus
descendientes; y las grandes mayorías dominadas, conformadas por los antiguos
pobladores y sus descendientes›› . A pesar de lo anterior, siempre existieron
una serie de imposiciones, influencias u adopciones mutuas de prácticas y
saberes entre la ‹‹cultura hispano criolla dominante y las diversas culturas
originarias dominadas›› . Fue común el mestizaje y existió un tercer grupo formado
por los negros esclavos traídos de África y sus descendientes.
Ahora bien, como
señalamos al inicio de este apartado, el resultado principal de la
diferenciación, de la estratificación social y del racismo, es la dominación y
explotación, en este caso, de dicha población hispano criolla sobre las
culturas diversas originarias o sobre las demás poblaciones, mestizas y negras,
que habitan estos territorios. De tal manera, que además de que esta población
hispano criolla promovía la exclusión, se mostraba a sí mismo como la única
‹‹culta›› y ‹‹civilizada››. Por lo tanto, los demás pueblos debían ser
asimilados, transculturados a la cultura dominante. Entonces, el origen en
América de pensar falsamente que algunos tienen cultura y otros no, que algunos
son civilizados y otros no, proviene de estos hechos acontecidos durante la
época colonial.
Con las independencias
de los países en América Latina, incluyendo la independencia de Panamá en 1821,
se rompe con la dependencia política de España y Portugal, sin embargo, la
estratificación social que hemos reconocido se seguía manteniendo, y la idea de
la inferioridad de los pueblos indígenas y negros, seguirían sosteniéndose,
continuando con las intenciones de asimilización de estas culturas e
identidades. Por ello se puede seguir hablando de un colonialismo interno,
derivado de la situación anterior de conquista y colonización. Vale rescatar lo
que nos dice X. Albó al respecto de esta realidad:
‹‹El
neocolonialismo es visto en muchos de nuestro países como uno de los bloques
más fuertes para su constitución como nación unitaria. Esta herencia como
sociedades coloniales con un sector dominante y opresor, heredero político y
cultural de los grupos conquistadores y colonizadores, y otro sector
originario, subordinado, discriminado y oprimido por el primero, impide que
todos nos sintamos ciudadanos de igual categoría››
La creación de los
estados-nación y su invención identitaria de estado nacional, no concebía la
posibilidad de la existencia de otras identidades, asociadas a los pueblos que
ya habían estado conviviendo, reproduciéndose y desarrollándose desde mucho
antes de la creación de las artificiales fronteras nacionales. Resultaba
inconcebible que estos pueblos, llámese ngäbe, buglé, guna, naso, bri bri,
emberá y wounaan, pudieran desarrollar sus propios idiomas, sus propias
tradiciones, costumbres, ideales, valores y estilos de vida. Simplemente, los
ideólogos de los estados-nación consideraban todas estas culturas como
inferiores, que debían ser transformadas a la llamada ‹‹cultura nacional››.
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